A toda pastilla hacia el abismo I.M.R.
El sector de la restauración está temblando, pero el tren no hay quien lo pare. Entre unos y otros (los políticos) han logrado imprimirle una velocidad de vértigo y ahora, los más pesimistas piensan que el batacazo va a ser histórico. Y es que, en menos de dos años, la irresponsabilidad de quienes nos gobiernan han puesto a los empresarios al borde de la ruina.
Primero fue la primera ley del tabaco que, obligó a los establecimientos a habilitar zonas estancas, lo que costó mucho dinero, en algunos casos más de treinta mil euros, para qué, luego al año, prohibirlo definitivamente, es decir, toda la inversión al cubo de la basura. Después, por eso de no perder a la clientela fumadora, llegaron los cerramientos de las terrazas con el beneplácito municipal. Y ahora, (otra inversión inútil), la nueva ordenanza municipal, aprobada hace unos pocos días, dice que hay que quitarlas o cambiarlas por mamparas de cristal de quita y pon de 1,70 metros de altura.
Por otro lado, el sector, por lo menos los que tienen terraza, están a la espera de lo que va a pasar con el asunto del mobiliario de las terrazas, que según la nueva normativa hay que retirarlas a la hora fijada por el ayuntamiento, es decir, con la clientela todavía dentro de los establecimientos. “Eso es imposible, es una locura”, nos dice un conocido empresario palmesano. Y añade “Veremos, por ejemplo, ¿cómo se las apaña el Bar Bosch para meter y sacar todos los días en su local el tinglado de sillas, mesas, sombrillas y estufas de gas que tiene fuera del bar? Y en esa situación, no lo olvidemos, estamos casi todos”. Palabras que coinciden con las de casi la totalidad del los empresarios del sector, tanto es así que, muchos de ellos han ya han anunciado que no aceptarán privilegios, y que, si a algunos se les permite ciertas prebendas, los demás se las tomarán por su cuenta “Y si hay que ir a los tribunales iremos”.
A todo ello hay que sumar el aumento de impuestos, tasas, recogida de basuras, incineradora, la crisis, los horarios de cierre, etc. ¿Y qué hacer ahora? El sector, los que no han cerrado todavía, está aguantando como puede, pero las cajas chirrían, la compra del producto chirría también, las cartas y menús han tocado techo. No hay dinero, no hay crédito, no se pueden pagar los sueldos del personal y, por lo tanto, como es lógico, se deteriora, aún más, la calidad del servicio. ¿Cuántos quedarán el año que viene?
En definitiva, que los restauradores están francamente mal y se les propone ir a peor, bajo el reclamo quimérico de que al final, en un horizonte temporal de estremecedora indefinición, todos podremos felicitarnos. En sentido, casi con las mismas palabras, otro empresario describía así, en declaraciones a El Gastrónomo la situación de la restauración mallorquina: “Miserable. No encuentro otra palabra para definir lo que está ocurriendo. Nuestra economía está a punto del colapso por culpa de las instituciones y por la alta tasa de desempleo. Es increíble e incluso vergonzoso que una sociedad pueda convivir con casi un cuarto de la población activa en paro. No sé cómo pueden dormir por las noches sabiendo que al día siguiente esos cinco millones de personas van a estar sin hacer nada. Y a nosotros nos dan un palo tras otro en vez de facilidades y generar empleo. Me parece intolerable”.